El complejo del “súper héroe”, el no delegar


Aunque sea algo sumamente difícil de creer, en esta época todavía hay demasiadas personas que se resisten a delegar actividades.
En muchos casos, esta conducta trae como consecuencia una considerable disminución de la productividad, tanto de la persona que no delega como de las que están en su entorno (laboral y personal)

Exploremos algunas de las razones por las que algunas personas no delegan:

Son “ejecutores compulsivos” y disfrutan haciendo todo. El paradigma predominante de estas personas es: ” si no lo hago yo, nadie lo va a hacer”. El problema con estas personas es que viven exhaustos permanentemente, porque nunca tienen tiempo para ellos mismos, para hacer las cosas que son verdaderamente importantes.

No tienen experiencia en delegar. No saben cómo delegar ni cuáles tareas delegar. Estas personas sólo requieren experimentar un proceso de aprendizaje que les permita desarrollar las habilidades necesarias para delegar las tareas que requieren ser delegadas.
Sufren de una elevada inseguridad (personal y profesional) que los paraliza al verse atiborrados de tareas que otros podrían hacer pero que no se atreven a hacerlo.

Falta de confianza en los colaboradores: el problema es que si se empeñan en hacer todas las tareas, dejan sin nada que hacer a sus colaboradores. De paso, al no confiar en ellos, envían un pésimo mensaje (“todos ustedes son unos ineptos y no confío en que puedan hacer esto tan bien como yo lo hago”)

Incapacidad para comunicarse: hay personas que realmente no saben cómo comunicarse con sus colaboradores para que el proceso de delegación se lleve a cabo de la mejor forma posible. Esto también se puede solucionar con un proceso de aprendizaje.

Miedo a la competencia: si dejo que esta tarea la haga otro, se van a dar cuenta que no soy el único que puede hacerla y me pueden despedir por eso. La idea siempre debe ser trabajar con personas que sean más inteligentes que nosotros. porque cuando trabajamos en equipo los resultados son mucho mejores.
Incapacidad para hacer los seguimientos adecuados y el control: en este punto fallan muchos supervisores porque no saben cómo hacer un seguimiento efectivo que permita que sus colaboradores trabajen efectivamente.

Temor de ser considerado por el jefe como un incompetente: muchas (demasiadas) personas creen que si delegan alguna tarea, sus jefes van a pensar que son unos incompetentes. Lo que no saben es que uno de los aspectos que sus jefes evalúan es su capacidad para delegar tareas de manera efectiva.

Cambio de prioridades: vivimos en una época en la que tenemos la tendencia a hacer muchas tareas de manera simultánea y es probable que esto nos lleve a cambiar nuestras prioridades constantemente. Lo importante es saber cuáles son las cosas importantes que deben hacerse para que no se conviertan en cosas urgentes.

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